No es fácil amar a la
gente que vuela. Es imposible amar sin querer que el ser amado se quede siempre
con vos, a tu lado. Por eso es difícil, porque cuando vuelan, se van y ya no
están más. No les podés seguir el ritmo, es complicado entender si van más acelerados
o más lentos que uno. Van y vienen, una y otra vez. Son soñadores, vinieron al
mundo junto con sus sueños y se irán habiéndolos cumplido tal y como lo
soñaron. Hasta entonces, cualquier otro fenómeno en su vida es eso: un
fenómeno. Incluso una interrupción en su camino. Tal vez te quieran, tal vez
también te amen, tal vez seas muy importante en su vida. Pero nunca lo serás
más que su meta.
Son difíciles de entender.
Y sobre todo difíciles de amar. ¿Por qué? Porque libertad es otra cosa para
ellos. Libertad es volar, no amar.
Tampoco es fácil amar a
los sensibles. Ser sensible es un arma de doble filo, una moneda que, como
todas, tiene dos caras. Nos es sencillo pasar del amor al odio en un abrir y
cerrar de ojos. Pero nunca odiamos de verdad, es sólo una sensación. Cuando nos
confundimos de esa manera es cuando quienes amamos nos han lastimado de la peor
manera que podían. Recibirás todo el amor, el cariño, la contención y
comprensión de parte de nosotros. Pero también puede que recibas muchos comentarios
desagradables, insultos e improperios de nuestra parte si estamos lastimados.
En esos momentos no sabemos si queremos estar solos o si queremos estar
abrazados a alguien. Por eso es difícil que aciertes sobre qué hacer con
nosotros en esos momentos. Pero amamos incondicionalmente.
Tampoco es fácil amar a la
gente fría, ni a los mentirosos, ni a los volubles, ni…
¿Quién dijo que amar fuera
fácil?
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