domingo, 14 de febrero de 2016

Revolución

Hace rato que intento organizar mis ideas y escribir algo sobre esto. Me cuesta consolidar mi opinión y encontrar argumentos válidos para defenderla, por eso me he demorado tantos meses (años, mejor dicho) en animarme a hacer una publicación. Sin ánimos de ofender a nadie. Podría decirse que escribo para entenderme a mí misma.

La paradoja del anti-sistema. Ese es el asunto sobre el cual deseo opinar y debo admitir que me da un poco de miedo hacerlo, pero ese mismo miedo es el que me impulsa a opinar públicamente. ¿Por qué me da miedo? Porque el hecho de realizar una crítica lo más constructiva que mi mente me lo permita, seguramente, para muchos, me situará en el otro sistema. ¿Qué se le va a hacer? Aquí voy.

Extremismo, fundamentalismo, fanatismo, actitudes que los anti-sistema critican al sistema y que, no sé por qué, no encuentran cuando se miran en los espejos...si es que lo hacen. Respeto, virtud de la que se jactan y niegan al sistema. Lo he visto: feministas censurando a devotos del catolicismo, católicos reprimiendo a musulmanes, musulmanes reprimiendo a capitalistas, capitalistas reprimiendo a comunistas, comunistas reprimiendo a las personas, personas reprimiéndose y censurándose entre ellas mismas. Y así una cadena alimenticia inquebrantable, indestructible. Un círculo vicioso del más enfermizo, la mayor epidemia del mundo.

Cada vez me convenzo más de que ser anti-sistema es algo así como una moda, que es una cantidad (muy grande) de personas que replican pensamientos e ideas de otros sin hacer el más mínimo cuestionamiento, que así como los del sistema se empeñan por decir, de una forma asquerosamente servil y sumisa, lo que las grandes figuras del mismo quieren escuchar, los anti-sistema recurren a la violencia verbal con tal de llevar la contra. Y al final somos todos iguales: todos perseguimos salvarnos a nosotros mismos, a costa de atacar al otro que piense distinto, rotulándonos, etiquetándonos, tildándonos de tal o cual cosa. Tanto sistema como anti-sistema son puro prejuicio. Y cuando el sistema está al poder, los adeptos a él son los beneficiados, cuando el anti-sistema ocupa ese lugar, sus miembros son los que la pasan bien.



El problema, el verdadero, es la minoría. Esa minoría no es el anti-sistema (mucho menos, el sistema), son los que no están ni con unos ni con los otros. Los "tibios", los que "no se la juegan". Ellos son los más reprimidos, los más acallados, los más sufridos. No hablo de sufrimiento económico ni nada por el estilo, se trata de un sufrimiento interno. Porque los que hablan fuerte son los que los acallan, y los que hablan más fuerte son los sistemas y anti-sistemas. Los que hablan de la "grieta" que algunos niegan a muerte y otros gritan a los cuatro vientos su existencia (y ya por hablar tanto de ello considero que evidentemente sí existe) se olvidan de los que están exactamente en el medio de ella. 

Creemos en cambios que no se van a dar ni desde un movimiento popular, ni desde "la Revolución de la Alegría", ni desde gobiernos populistas ni desde sectores de izquierda, ni desde ningún sector político ni social en sí. La verdadera Revolución va a ser cuando dejemos de estar tan politizados y comencemos a ser más humanos, cuando pensemos individualmente por criterio propio para cambiar como sociedad y no para el propio y único beneficio personal. La verdadera Revolución va a ser cuando nos escuchemos y nos respetemos, entre los que hablan y los que callan. 

Así es como llego a la frase cliché de que "el cambio empieza por uno" o las citas de Ghandi: "Si quieres un cambio, camina distinto" y "Se el cambio que quieres ver en el mundo". 

Fin de la descarga.