martes, 2 de septiembre de 2014

Mundo

Hace algún tiempo lo descubrí. A medida que lo conocía, descubría su mundo también. Me pareció tan ajeno al mío que por curiosidad, quise seguir explorándolo. Pero jamás imaginé que mi mundo se empaparía tanto de aquél, se fusionarían hasta quedar unidos en el abrazo más antiguo. Hace años ya no sé si llamarlo su mundo, el mío o el nuestro. De alguna forma, es un poco las tres cosas. Sin embargo rara vez se materializa y se hace real. Sólo cuando lo encuentro. Este mundo vive en mis ojos y sólo lo puedo ver reflejado en los suyos. Mi destino en él sólo promete deseos cumplidos, risas, taquicardias y libélulas en el estómago. En ese mundo está empíricamente comprobado que no hay nada que no se pueda lograr. Nada es imposible.